jueves, enero 06, 2005

Sorbos de irrealidad mágica


Siempre me ha parecido que, para llevarse una ligera merienda a la mesa de trabajo había que ser una persona madura, ordenada, con las cosas claras.

Ahora sé que es verdad.

Yo sólo he conseguido hacerle unas fotos a la merienda. Fotos azules de turista en Las Vegas. Fotos a un decorado puesto ahí para las fotos. La torre Eiffel de cartón piedra. El arco del triunfo junto al que una vez fotografié a unos japoneses dentro del arco del triunfo. (Tengo que reconocer que una de mis fotos favoritas es la que hice a un dibujo del atomium dentro del atomium. Pero era diferente, mis padres sacaban la cabeza por dos agujeros sustituyendo a dos de las esferas.)

Después me he comido la merienda deprisa, como siempre. No se me han ocurrido ideas entre bocado y bocado. Los olores tranquilizadores de la leche y el bizcocho casero no me han ayudado a crear ese clima de creatividad cotidiana, de monótono ajetreo. Tal vez, si intentase repetirlo todos los días a la misma hora, acabaría aprendiendo. ¿O, estará el secreto en que te lo traiga otra persona?



Gracias a la madre de Isabel por el bizcocho. Estoy seguro de que no es lo que ha fallado.



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