lunes, enero 24, 2005

La radio

Es cómodo este diván. Bueno, a lo que vamos:

Cuando yo era pequeño, nunca escuchaba la radio.

El Seat 124 de mi padre no tenía y en mi casa nadie la ponía.

Mi primer recuerdo relacionado es de cuando tenía unos 10 años. En clase, el profesor (adicto al arte, a la religión, al orden y a los empollones) no sé qué preguntó, pero el caso es que Sonia levantó la mano. Sonia era la niña más lista de la clase, era rubia y tenía los ojos saltones. Sonia dijo que los sábados por la mañana, en su casa escuchaban la radio. Yo pensé que Sonia debía tener unos padres muy cultos y que viviendo en un ambiente así era muy fácil salir tan lista.

Recuerdo también, que, en el vestuario del gimnasio donde mi padre me mandaba (junto con mi hermano) a clases de Taekwondo, sonaban siempre los cuarenta principales. En aquella época tenían una cortinilla (o ráfaga o como le llamen a eso) que decía: “Los cuarenta principaaaales vía satéliteeeee para tiiiiiiii”. (Por cierto, ahora que lo pienso, debo tener guardado por ahí un cinturón amarillo-naranja, los colores oficiales del pueblo donde vivo ahora.)

La primera vez que recuerdo haber prestado atención a lo que decían en la radio fue en el coche que sustituyó al 124, el Renault 21. Ese sí tenía una radio, y no una cualquiera, una Pioneer extraible con altavoces atrás de la que mi padre estaba muy orgulloso. (Tanto que, cuando, al año de ponerla, se la robaron del maletero, decidió no reemplazarla, y el 21 se pasó sus 12 últimos años mudo.)
Íbamos mi padre, Alberto y yo a Miranda de Ebro. Es la ciudad donde pasé mi primer año de vida. (O, por lo menos eso me han dicho.) Aunque luego mis padres compraron un piso en Burgos capital, mi padre siguió trabajando en Miranda y conservando un piso que el ayuntamiento le prestaba por ser maestro.
Pero este viaje a Miranda no era uno más. Era el último. Mi padre iba a recoger las últimas cosas que había dejado en el piso que iba a devolver. Nos mudábamos a Málaga.
En la radio Javier Sardá tenía una discusión con el señor Casamayor.

Creo que Sardá es el que hizo que me gustara la radio. En realidad, Sardá y el señor Casamayor. (Todavía me cuesta creer que fuera Sardá fingiendo la voz.) Nunca le perdonaré al puñetero que se pasara al lado oscuro. Pero pensándolo bien, sigue contribuyendo a mantener el encanto de la radio.

A Sardá le escuchaba mientras recogía la cocina o hacía la limpieza turnándome con mis hermanos. Por las mañanas, al ir al instituto, oía comentaristas de política y actualidad, el tiempo y las noticias en el walkman.

Los primeros años de universidad, Gomaespuma en el Clio y con la L por las mañanas.

Quedarme hasta las 2 para escuchar “Hablar por hablar” era un vicio que, cuando mi horario todavía era ordenado, me permitía en vacaciones. (Si no has oído nunca “Hablar por hablar”, tienes que oírlo alguna vez.)

La música en la radio nunca me ha gustado mucho. Normalmente prefiero algo que no me deje pensar. Sólo cuando estoy muy relajado disfruto de la música.

Recuerdo una canción de Elton John en una radio cutre en un camping de Asturias a 5 metros del rio Cares.

Tampoco olvidaré, cómo me ayudó a correr bajo la lluvia, la banda sonora de superdetective en Hollywood que pusieron aquel día que me pilló el chaparrón haciendo footing.

Cuando salgo de nadar por las noches, me quedo un ratito en el coche escuchando “La gramola”. Un programa de canciones dedicadas. Tiene un ambiente intimo, acogedor, de fraternidad (vale, cursi y ñoño) que te hace olvidar el entorno hostil. Algo muy parecido a lo que conseguía Radio K-Oso con los habitantes de Cicely en Doctor en Alaska.

(Por lo poco que he oído esta noche, me temo que La gramola ha cambiado de presentador y de estilo.)


Contenido en realidad: 100%

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Cuando era pequeña ,me quedaba dormida escuchando la radio,la gramola era uno de mis programas favoritos, pero ya perdí esa costumbre que me gustaría recuperar,pero estoy segura que si hubiera una programa como Radio K-Oso sería una adicta,ese programa de radio tenía algo espeicial, el presentador creaba un ambiente entrañable.
Tendré que escuhar: "Hablar por hablar" .
Inma

10:16 p. m.  
Blogger fernan said...

Uhmmm Inma.... Ese nombre... juraría que lo he oído en alguna parte. ;)

12:21 a. m.  

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