jueves, marzo 03, 2005

Sí que hace frío, sí.

Dejé de vivir en un noveno demasiado joven para notarla. Los niños no sienten la tensión de los ascensores. Y no me refiero a la tensión del cable ni a la que alimenta sus motores eléctricos. Estoy hablando de la tensión que se produce cuando a 30 centímetros de ti está la señora del 6ºc. A la que siempre saludas como si fuera tu tía pero de la que ni sabes ni te importa si tiene sobrinos o un canario o cómo narices se llama. En el ascensor no vale con un buenas tardes y una sonrisa. Demasiado tiempo, demasiado cerca. (Mirar al suelo y hacer que piensas en algo importante suele funcionar los 3 primeros pisos, no más.)

Hoy siento algo parecido a esa tensión (aunque sin la violación del espacio personal). Llevo una semana sin publicar y alguien tiene que decir algo. Pero, ¿qué?

La respuesta es evidente: hablar del tiempo.



3 Posibles monólogos para soltarle a la vecina del 6º c en el ascensor.



Primera opción (Una reflexión de a duro la docena. )

¿Se ha dado cuenta de que, a diferencia de en inglés, en castellano utilizamos la misma palabra (“tiempo”) para el tiempo (la cuarta dimensión: minutos, horas, días,…) que para el clima?

Se me ocurre una explicación bastante verosímil.

Ahora nos quejamos del clima porque no nos deja jugar al tenis, nos obliga a abrigarnos o a encender el aire acondicionado. Pero no se nos pasa por la cabeza decir que un periodo de nuestra vida es malo porque llueva o deje de llover.
Pero, para los que inventaron el idioma, hombres de campo (como todos los hombres hasta hace unos siglos), el clima era vital. Un clima favorable significaba una época de tranquilidad (un tiempo bueno) mientras que las tormentas o las sequías conllevaban periodos de dificultades (malos tiempos).

¿Usted que opina?



Segunda opción (más poética)

¿Vio ayer el arco iris? No, que pena… Bueno, tengo aquí una foto que le hice. ¿Quiere verla? Mire.



Los días que sale el arco iris parece que el que controla el clima estuviera jugando con el sol y las nubes. Como un albañil haciendo malabarismos con sus herramientas. Como demostrando que no solo sabe hacer soleados balcones en el verano o macizos muros grises para la lluvia. Como si se soltase la melena y se metiera artista. Y coloca pequeñas nubes lluviosas mezcladas con claros transparentes. Todo moviéndose como en una coreografía. Ni agua ni calor, todo inútil como debe ser el arte. Y, cuando ha terminado, orgulloso lo firma y sonríe cabeza abajo con sus labios multicolores.

Esos días me siento diminuto. Cuando una nubecilla solitaria se acerca y ves su inmensa sombra atraparte y luego pasar de largo a toda velocidad, o cuando ves la lluvia mojando el suelo a 30 metros de ti y sabes que no puedes huir, que si la nube decide venir te empapará, no puedes evitar recordar que eres chiquitín. Y luego el arco iris tan alto y tan lejano. ¿En la foto se ve bastante bien verdad?




Tercera opción

Una vez en un camping, mis hermanos y yo estuvimos jugando a controlar el tiempo. Claro que no lo controlábamos. Estaba lloviendo y decíamos ¡más!, ¡más! o ¡menos!, ¡menos!. Si por casualidad coincidía que la lluvia arreciaba o amainaba como habíamos exigido, la sensación de omnipotencia era una pasada. Si no se cumplía nuestra orden, la decepción no era demasiado grande. Total, ¿quienes éramos nosotros para controlar el clima?

Ahora que lo pienso, la popularidad de la canción infantil “Que llueva, que llueva, la virgen de la cueva…” debe basarse en este mismo principio.



PD: No creo que este año haya habido 5 olas de frío. Creo que el problema es que no ha habido noticias importantes.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Ojalá al subirme a un ascensor alguien me hablara del tiempo con alguna de las alternativas que has plateado. Son geniales los tres monólogos, y como no, el cuento me parece fantástico. Deberías escribir más a nenudo. Por cierto, la foto es muy buena

12:57 p. m.  

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