miércoles, abril 06, 2005

Repetimos (continuación)

Como iba diciendo, en el post anterior y antes de empezar a divagar, la palabra condescendencia describe una situación muy concreta en las relaciones entre las personas. Una situación tan concreta que extraña que exista una palabra para nombrarla.

Para las cosas poco frecuentes, no existen palabras. No hay una palabra que se use para llamar a los coches rojos a los que les falta el tapacubos de la rueda trasera izquierda. Ni un adverbio que indique que la acción se realiza silbando y a la pata coja.

Tras años de discutir con mi abuelo sobre la política, la vida, la religión, la muerte, sin que él diera nunca un paso atrás, decidí (muy apenado) que no merecía la pena volver a llevarle la contraria. ¿Cómo describir esto en una sola palabra?: simplemente era "condescendiente".

Es así pero me fastidia. Me fastidia, que para una situación o un sentimiento que me parece tan personal, tan propio, tan único o tan mío, exista una palabra que lo clasifique. Que diga: "Sí, esto ya le ha pasado a miles de millones de personas. Lo llamamos amor."

Me fastidia pero es así.

En cuanto lo observas un poco, el idioma se convierte en el mejor registro histórico del comportamiento humano. A mí nunca me ha gustado la historia. Hay una cita célebre dice algo así como:

"Quien desconoce la historia está condenado a repetirla." Yo la complementaría con:
" Y el que conoce la historia está condenado a repetirla sabiéndo que no hace sino repetirla."

1 Comments:

Blogger Karenina said...

como los autores no vivimos del aire te dejo un comentario. Me he leído un montón de posts de tu blog. Eres fantástico. Y, ya que hablas de palabras, te recomiendo un libro que me gusta mucho (aunque se supone que es un libro para adolescentes): "La tienda de palabras" de Jesús Marchamalo.

12:47 p. m.  

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