jueves, marzo 31, 2005

¿A quien le importará?

Lo siento pero, aunque se me había ocurrido algunos temas, no me parece que vayan a interesaros. No, hoy no voy a escribir.

Iba a escribir sobre descubrir el tabasco haciendo el super, sustituyendo a mi padre, la primera vez que se fue de vacaciones dejando a sus hijos en casa. (Un hito en su vida que, en ese momento, no estimé en su medida.)


También quería hablar de los fideos chinos. Una comida exótica que se hizo habitual en mi casa porque la probamos, estaba buena y era fácil de preparar.


Se me había ocurrido expresar mi envidia por los delfines. A los que les gustó el agua y ahí se quedaron jugando desoyendo los agudos gritos de sus madres (mamíferas primigeneas supongo). No me cabe duda de que existe un poderoso lobby de los delfines. Que, presionando a los gobiernos, impide que les pesquemos (¿cacemos?) y permite que sigan siendo la especie disfrutante del planeta. (Los humanos nos centramos en ser la dominante, como un cutre malo de James Bond.)

Os iba a confesar, a pesar de la vergüenza, que el día que el documental que se dormía mi padre me reavivó la envidia por los delfines, estuve nadando estilo delfín en la piscina. Moviendo las piernas, más bien todo el cuerpo, como una sinuosa lombriz.


Incluso había pensado que podría dar juego hablar del viaje que planeamos, con todo lujo de detalles, el otro día, en casa de un bombero (perdon, persona que trabaja como bombero). Cruzar los EEUU de costa a costa en un Cadillac descapotable y, sobre todo, alquilado. Al puro estilo americano (aunque sin armas). Lo siento, pero tanta peli, libro, musica,... yanqui me ha lavado el cerebro.


Al hilo de lo anterior, había planeado contaros el sucio truco que hemos descubierto, Alber y yo, en muchas películas made in USA. Viendo Titanic en video (en version original para aprender algo de inglés) observé, no sin cierto estupor, una extraña disposición de las nubes.

En la famosa escena en que los protas estan en la proa, justo antes de que griten eso de: "soy el rey del mundo", resulta, que las nubes forman "casualmente" una inmensa bandera americana con sus bandas blancas y rojas (sin ninguna duda, intencionada).

Lo primero que se me ocurrió fue que la habrían puesto para promocionar subliminalmente, via cine ultraexportable-ultracomercial y previo cobro de buenas subvenciones, el orgullo patrio Americano (de norteamérica, se suele entender).

Pero, al comentárselo a Alber, un tipo sensible y cinéfilo, el muchacho me explicó la explicación muy bien explicada. Lo que pasa es que los directores (que de rastreros trucos sucios saben un rato)utilizan la emoción que, en los espectadores de todo el mundo, (con su cabeza bien lavada) produce la vista de las barras y las estrellas. (¡Tantos valores! ¡Tanta unión y trabajo en equipo! ¡Tantos heroes guapetones y esforzadas heroinas se han envuelto en esa sábana de amor y fraternidad!, símbolo mundial de hazañas valerosas, de salvación, de tranquilidad.)(Me da miedo lo fácil que me ha salido la "oración" anterior.) Así, la escenita de la proa (que, aun con la ayuda de Celine Dion se quedaría en un par de chavales, que no conocemos mucho, haciendo manitas en un barco de carton piedra virtual) se transforma, en medio del éxtasis "religioso" creado por la bandera, en una emocionante escena de amor, con seguridad de felicidad a largo plazo y con lo que a cada uno le venga mejor soñar.

Al día siguiente, la famosa banderita, haciendo de fondo de la despedida de Ross y Rachel en el aeropuerto, en el último episodio de Friends, confirmó nuestras teorías.


Luego, me empezó a dar el bajón y pensé intentar convenceros de que boicoteáramos entre todos las comunicaciones que nos obligan a saber lo que pasa en el resto del mundo. Os pensaba pedir que no cogiéramos los periódicos gratuitos (ni obviamente comprásemos los de pago), que apagásemos la tele para siempre y nos desconectásemos de Internet, que usásemos el teléfono sólo para llamadas locales y quitásemos las pilas a las radios. Así, viviríamos otra vez en pequeños grupos y volveríamos a ser alguien. No uno más entre 6000000000 de personas, sino el "más algo" de nuestro entorno. Ahora, solo hay uno en todo el mundo que es el que mejor hace cada una de las 100000 cosas que se pueden hacer. Sabemos que existe, y sabemos lo bien que lo hace. Luego, quedamos 5999900000 mediocres que lo hacemos todo regular. Desanima.


Pero, no os cuento nada. Seguro que no os iba a interesar.

jueves, marzo 24, 2005

uhmmmmmm

Mi excusa para no escribir esta semana es casi creible. He gastado mi tiempo y creatividad en preparar un dibujillo que, en breve, encabezará el blog. Tampoco os hagais demasiadas ilusiones. Dibujar no es lo mío.

Aprovecho para contaros lo de las fresas con chocolate.

El otro día, en una comida con amigos, el postre era fresas con nata. Pero uno de los amigos es alérgico a la leche y sus derivados. Pensando en él, preparamos, como postre alternativo, plátano con chocolate (fruta con dulce - fruta con dulce). Así que, por esas casualidades de la vida, acabamos teniendo sobre la mesa fresas y sirope de chocolate. A mi me sonaba que "Fresas y chocolate" era el título de una película, así que propuse que probásemos la combinación.

¿Os ha pasado alguna vez que algo os guste tanto que os diese vergüenza comerlo en público?



Hoy he buscado -fresas y chocolate- en Google y he averiguado:

- La primera entrada es de una página de cocina erótica. (Ahora creo en la cocina erótica. Ya hace un tiempo que empecé a creer en la telepatía. Estoy entrando en un extraño proceso de pérdida de incredulidad. Marcianos, esperad un poco.)

- Sí que existe una película con ese nombre. Es una película cubana rodada en 1993.

miércoles, marzo 16, 2005

teniss (plural de tenis)

Hoy, ampollas en los pies de tanto basket tan de golpe, el tenis no era una opción a corto plazo. Así que lo he sustituido (en la medida en que es sustituible ;-) ) por la piscina.

Me he buscado un programa de entrenamiento en Internet. He decidido empezar por la 3ª sesión del plan para nadadores de nivel medio que quieren hacer ejercicio aeróbico. He escrito lo que tocaba en un papelito cuadrado con un bolígrafo pilot negro (que (¡hurra!) no se corre con el agua), he “pillao” la herramienta (bañador, toalla, chanclas, gafas, gel, 3 bolsas de plástico (la de las chanclas, la de las cosas mojadas y la de la ropa sucia), ropa limpia, tarjeta y candado) y, ni corto ni perezoso me he dirigido al polideportivo de Torremolinos. Ahora que lo digo, ¿qué significa corto?, ¿con un ligero retraso en el aprendizaje? Será “tímido”, ¿no? Pues creo que una buena forma de describirme sería: corto y perezoso.

Bueno, el caso es que tras aparcar el coche y antes de entrar en la piscina me he dado un paseillo por el complejo deportivo. Un poco por que me daba pereza meterme al agua , otro poco para hacer tiempo mientras el atasco de las 8’30 en las calles de nado libre (ríase usted del de Gran Vía) se licuaba y, también, para ver si no había terminado la clase de volley que imparte G. y de la que tantas veces me habla.

Del volley no había rastro. Me quedé un momento mirando a una niña que recibía clases de tenis en la pista contigua. Tendría unos 10 años. (La verdad es que mi contacto con los niños desde hace un tiempo es sorprendentemente escaso y me cuesta calcular su edad.) Primero dio un drive. Entró, y bastante bien dirigida. Luego un revés, también le dio bien. Será suerte, me dije. Pero la niña seguía devolviendo una bola tras otra sin fallar ni una. He empezado a tener la misma sensación que producía ese anuncio de la tele en el que se veía a un hombre que corría por una acera, después llegaba a un puente levadizo que se estaba levantando y cuando la brecha era demasiado grande para superarla de un salto, el tío daba un brinco increíble y seguía corriendo tan tranquilo. La niña estaba allí, tan normal, tan niña, pero no se le iba ningún golpe. Todas las devolvía rasas, rozando la red y hacia el profesor, que no tenía ni que moverse para llegar a la bola. Era sorprendente cómo, tras unos pasos cortos y dubitativos y una preparación un tanto desmadejada, como si la raqueta le pesara demasiado,(preparación se llama a echar la raqueta hacia atrás mientras la bola se acerca al jugador, para que luego el golpe se haga con recorrido, con inercia) el golpe era siempre bueno.
Mi segunda reacción (tras el estupor inicial) ha sido la de avergonzarme recordando mis últimos intentos de mejorar mi revés. Pero, poco después he llegado a mi tercera y definitiva interpretación de la situación. Estaba presenciando un flagrante caso de explotación infantil. Dos tipos con pinta de familiares mafiosos observaban las evoluciones de la futura hermana Williams desde el banco del lateral de la pista. Y me he dado cuenta de que la pobre niña estaba en una clase particular, con un profe, una pista iluminada solo para ella. Era una niña-inversión. Estoy convencido de que los padres de la niña lo han calculado todo para que les saque de pobres. Seguro que se han dado cuenta de que las campeonas de los torneos del gran-slam son cada vez más jóvenes y ya se frotan mirando a su niña-billetedelotería y pensando en Roland-Garros del 2012. Y lo peor es que, a la niña, igual hasta le divertía jugar al tenis.



Salvando las distancias, lo de la niña me ha recordado un extraño diálogo con mi madre. Un diálogo que me hace avergonzarme mucho más que mi revés.





Había llegado a casa feliz, con mis tenis recién comprados, relucientes (como un niño con zapatos nuevos) y fui a enseñárselos a mi madre. Ella, mientras ponía la lavadora, me preguntó:

- ¿No era esa marca la que explotaba niños en sus fábricas?

Lo dijo sin mala intención. Simplemente por decir algo, o como mucho, para comprobar que tenía bien un dato, para usarlo en alguna conversación futura.

- No se.

E hice un esfuerzo por pensar en otra cosa.



Cruel mundo éste de publicidad, multinacionales, globalización… . Siempre hay alguien dispuesto a hacer por ti el trabajo sucio y a ni siquiera venir a alardear para que le agradezcas el favorcito. Tal vez a Al Capone le pasaba lo mismo. El creía que sus negocios eran legales aunque le extrañaba que funcionasen tan bien.

jueves, marzo 10, 2005

Lo normal

Hace mucho tiempo, cuando todavía vivíamos en la Luna, mi tataranieto tenía un perro. Era azul, zurdo y silbaba valses en la ducha. Fulgencio Pérez, que así se llamaba, solía ganar siempre la bonoloto y de ese modo se fue haciendo con una pequeña fortuna. Fortuna que el pobre no pudo disfrutar ya que, al poco de terminar el servicio militar, le convencieron para que donara todos sus órganos. Yo ya le había dicho que era una estupidez invertir tantos millones en comprar instrumentos musicales pero él, erre que erre.

De todas formas no se podía quejar, no tenía boca. Y cuando empezaba a gesticular todos mirábamos para otro lado.

Una mañana, mientras Fulgencio pilotaba cazas en el armario de las galletas algo extraño ocurrió. Perséfone45, mi nieto, que había ido a comprar el pan, volvió a casa con una bolsa de plástico que contenía dos barras de pan. Las dejó sobre el mesado de la cocina, cogió un yogur con trocitos de fresa de la nevera y se sentó en el sofá a ver la tele. Vio un rato el programa de María Teresa Campos, apagó la tele y subió a su cuarto, a estudiar.

Así fue como empezó todo esto. Este torbellino de incoherencias, incongruencias, esta falta total de lógica. Mudarnos a la Tierra solo fue una de las locuras que conforman nuestra existencia desde aquella fatídica mañana. Pero, ¿qué te voy a contar? Seguro que tú también duermes sobre una cama, desayunas leche por la mañana e incluso puede que te rasques cuando te pica.

jueves, marzo 03, 2005

Sí que hace frío, sí.

Dejé de vivir en un noveno demasiado joven para notarla. Los niños no sienten la tensión de los ascensores. Y no me refiero a la tensión del cable ni a la que alimenta sus motores eléctricos. Estoy hablando de la tensión que se produce cuando a 30 centímetros de ti está la señora del 6ºc. A la que siempre saludas como si fuera tu tía pero de la que ni sabes ni te importa si tiene sobrinos o un canario o cómo narices se llama. En el ascensor no vale con un buenas tardes y una sonrisa. Demasiado tiempo, demasiado cerca. (Mirar al suelo y hacer que piensas en algo importante suele funcionar los 3 primeros pisos, no más.)

Hoy siento algo parecido a esa tensión (aunque sin la violación del espacio personal). Llevo una semana sin publicar y alguien tiene que decir algo. Pero, ¿qué?

La respuesta es evidente: hablar del tiempo.



3 Posibles monólogos para soltarle a la vecina del 6º c en el ascensor.



Primera opción (Una reflexión de a duro la docena. )

¿Se ha dado cuenta de que, a diferencia de en inglés, en castellano utilizamos la misma palabra (“tiempo”) para el tiempo (la cuarta dimensión: minutos, horas, días,…) que para el clima?

Se me ocurre una explicación bastante verosímil.

Ahora nos quejamos del clima porque no nos deja jugar al tenis, nos obliga a abrigarnos o a encender el aire acondicionado. Pero no se nos pasa por la cabeza decir que un periodo de nuestra vida es malo porque llueva o deje de llover.
Pero, para los que inventaron el idioma, hombres de campo (como todos los hombres hasta hace unos siglos), el clima era vital. Un clima favorable significaba una época de tranquilidad (un tiempo bueno) mientras que las tormentas o las sequías conllevaban periodos de dificultades (malos tiempos).

¿Usted que opina?



Segunda opción (más poética)

¿Vio ayer el arco iris? No, que pena… Bueno, tengo aquí una foto que le hice. ¿Quiere verla? Mire.



Los días que sale el arco iris parece que el que controla el clima estuviera jugando con el sol y las nubes. Como un albañil haciendo malabarismos con sus herramientas. Como demostrando que no solo sabe hacer soleados balcones en el verano o macizos muros grises para la lluvia. Como si se soltase la melena y se metiera artista. Y coloca pequeñas nubes lluviosas mezcladas con claros transparentes. Todo moviéndose como en una coreografía. Ni agua ni calor, todo inútil como debe ser el arte. Y, cuando ha terminado, orgulloso lo firma y sonríe cabeza abajo con sus labios multicolores.

Esos días me siento diminuto. Cuando una nubecilla solitaria se acerca y ves su inmensa sombra atraparte y luego pasar de largo a toda velocidad, o cuando ves la lluvia mojando el suelo a 30 metros de ti y sabes que no puedes huir, que si la nube decide venir te empapará, no puedes evitar recordar que eres chiquitín. Y luego el arco iris tan alto y tan lejano. ¿En la foto se ve bastante bien verdad?




Tercera opción

Una vez en un camping, mis hermanos y yo estuvimos jugando a controlar el tiempo. Claro que no lo controlábamos. Estaba lloviendo y decíamos ¡más!, ¡más! o ¡menos!, ¡menos!. Si por casualidad coincidía que la lluvia arreciaba o amainaba como habíamos exigido, la sensación de omnipotencia era una pasada. Si no se cumplía nuestra orden, la decepción no era demasiado grande. Total, ¿quienes éramos nosotros para controlar el clima?

Ahora que lo pienso, la popularidad de la canción infantil “Que llueva, que llueva, la virgen de la cueva…” debe basarse en este mismo principio.



PD: No creo que este año haya habido 5 olas de frío. Creo que el problema es que no ha habido noticias importantes.